jueves, 22 de abril de 2010

CANTO A LA PACHAMAMA




Madre de la Tierra,
madre de la Vida,
de la brisa fresca y de la tormenta,
del agua serena y del torbellino
de flores y frutos
de aves: colores y trinos.
Madre de la Tierra,
madre de la Vida,
todo lo soportas con una sonrisa,
todos junto al fuego compartiendo historias y abrigo.

Madre de la siembra y de la cosecha.
Reina de las sierras y de las llanuras,
en tu sagrado cuerpo
encarnó Dios la semilla de la Vida
que se expande por el Aire, con el agua de la sangre,
por la Tierra, con el Fuego del Amor.

Colmaré de conocerte con recuerdos de los otros,
cantando sueños e historias,
saboreando el silencio,
compartiendo el abrazo,
disfrutando el descanso.

Cuando el Sol se empalidece hasta convertirse en Luna,
yo observo en tu cara bruna esas sombras que se alargan,
las penas que se hacen densas,
la nostalgia abisma el Alma
y una inmensa soledad recorre mi humanidad
estremeciendo mis huesos,
embota mi pensamiento hasta que el último aliento
me muestra otra realidad,
del único sentimiento.

Entonces, recién entonces
puedo contemplar el Cielo
y en ese jardín de estrellas
el latir y el titilar acompasan el sentir,
la calma vuelve a reinar
y Tú, en gasas de bruma,
paseas tu galanura flotando en la serranía.

Qué placer es tu amistad,
tu candorosa armonía, salvaje y angelical,
qué matrimonio feraz,
fértil y abundante,
arroyo danzante
rumores de amantes
cópula perfecta de Luz y calor,
ternura que abrasa la pasión de Dios.

Tú que calmaste el llanto del flagelo,
del despojo y abandono,
hoy me pides un lugar,
Tú que en silencio ayudaste
a todos los seres vivientes,
hoy, me pides una oración.

Luz de la Vida elemental,
quiero ser tu mensajera,
tensa las cuerdas de mi voz
para que te oigan todos anunciando el despertar,
de la Primavera del Cielo
que anida en los corazones.

Pertenecemos,
qué colores nos asisten,
qué sentir, decir, hacer
glorifica, dignifica.

Qué misión, que visión, qué sentimiento
manifiesta esta fiesta de vivir.
Hagamos sonar la campana del final del recreo,
a guardar los juguetes, las ilusiones, expectativas,
juicios y resentimientos
para ingresar al aula del SABER-SER.

Somos maestros y alumnos,
ángeles mensajeros,
dioses guerreros de la Luz.
Sagrado templo del cielo
nos eleva con su vuelo el pensamiento,
el horizonte se ensancha,
la Primavera que canta
en el polen que fecunda
y un “saber” que nos inunda de placer,
el aire que nos avisa
con ternura en la caricia que llegó la redención.

Tú que acunaste a los hombres y las bestias,
que amamantaste la vida elemental,
hoy pides cuenta a la oscuridad del hombre,
que no pudo, no supo, no quiere respetar.

Siento Madre que es justo tu disgusto,
a veces la equidad parece dura,
hasta notar que recibo lo que doy,
hasta ver que no es oro lo que brilla y da calor,
sino rayo de sol,
hasta sentir que la proporción y el resultado
están en el propósito pre-inscriptos,
son mis pactos con Dios.

Qué maravilloso encuentro
que me regala la Vida
cuando a la Vida me entrego,
qué confianza en mi interior ilumina mi sonrisa.
Tu amor me acaricia el Alma,
la Muerte pierde su prisa.

Celia Spollansky , Enero 2006

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