lunes, 26 de enero de 2009

LA LECHUZA Y EL CABURÉ




Conociendo las costumbres del tirano de la selva, un día la lechuza se atrevió a implorarle piedad para su hijo.

- En nombre del parentesco que nos une – le dijo -, vengo a rogarte que no mates a mi pichoncito. ¡Hay tantos pajaritos que viven en el monte! Además, ¡es lo único que tengo! Hasta el corazón más frío tiene su momento de bondad.

¿ y cómo sabré cuál es tu hijo? – pregunto el Caburé. La lechuza sintió que la esperanza renacía en su corazón.

-¡Muy fácil! – contestó casi sin pensarlo-. ¡Mi hijo es el más lindo de todos los pichoncitos de la selva! ¡No podrás confundirte!

-Bien... –concluyó el Rey de los Pajaritos-; te prometo que esta noche no lo tocaré.

Pero a la mañana siguiente, desolada, la lechuza descubrió que la víctima había sido ¡su propio hijo!.

- ¡Me has mentido! – le reprochó duramente al asesino-. Me aseguraste que no lo tocarías...¡ y sólo encontré el plumón de mi hijito!.

El Caburé quedó desconcertado. ¿Cómo podría haber sucedido ese trágico error?. Y tuvo que confesar, sinceramente:

- Me dijiste que tu hijo era el más lindo de todos los pichoncito de la selva. Para no equivocarme, esta noche elegí, justamente, al más feo.

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