sábado, 13 de septiembre de 2008

EL MILAGRO DE SALTA

Señor y Virgen del Milagro de Salta


Cuenta la historia que, en 1592, apareció flotando en las aguas de las costas del Perú un cajón que resguardaba a un Santo Cristo en tamaño natural junto con una imagen de la Virgen del Rosario.

Las autoridades salteñas recordaron que el obispo Francisco Victoria, antes de regresar a España, les había prometido ese regalo y, de inmediato, se apresuraron a reclamar las imágenes como propias.

Las efigies fueron enviadas a lomo de mula desde Lima y guardadas en la sacristía de la iglesia matriz de Salta durante un poco más de un siglo.

En 1692 fuertes terremotos castigaron la región. Una ciudad cercana, Esteco, desapareció por completo, tragada por una montaña que hoy sigue siendo impenetrable para los arqueólogos.

Los salteños, incrédulos de que este fenómeno fuera un castigo por haberse alejado del camino de Dios, bromeaban al respecto: “Déme cintitas color temblor”, decían las mujeres en las mercerías, riendo a carcajadas.

Los movimientos sísmicos se hicieron cada vez más intensos y la población entró en pánico.

Durante esos días los salteños imploraban a Dios por piedad.

En la iglesia matriz los curas notaron, sorprendidos que, la imagen de la Virgen que tenían archivada en los rincones del templo, yacía intacta a los pies del Santo Cristo en una extraña posición, como si le pidiera ayuda.

La efigie no había sufrido ni un rasguño en la aparente caída pero su rostro estaba desfigurado y descolorido.

Tal acontecimiento fue interpretado como una milagrosa señal de Dios, e inmediatamente, los curas jesuitas liberaron de su encierro a ambas imágenes para llevarlas en andas por las calles devastadas.

El 13 de septiembre de ese mismo año se hizo la primera procesión.

La mañana del día siguiente la tierra dejó de temblar pero, por la noche, un fuerte estremecimiento hizo trastabillar los cansados pies de los pobladores, que no paraban de orar y de caminar tras Jesucristo y su madre.

El día 15 volvió la quietud a la castigada tierra salteña y, así, se consolidó la fe cristiana bajo la protección de la “Virgen del Milagro” y del “Señor del Milagro”, quienes ya “habían perdonado a Salta”.

A partir de entonces, los salteños, sellaron un pacto de fidelidad con sus patronos.

Cada septiembre son venerados fuera del templo, aunque la devoción hacia ellos se mantiene durante todo el año.

La espiritualidad que se respira en esos días contagia hasta a los que no son católicos.

Además de ser un culto religioso, estas festividades forman parte de la tradición popular.

Es el único momento en el año en el que se reúnen ricos y pobres con un mismo objetivo: pedir por la paz del pueblo de Salta y de la República Argentina.

Los preparativos se realizan con meses de antelación y los devotos de los pueblos más alejados preparan su peregrinar con mucha anticipación.

La Fiesta del Milagro se ha convertido, así, en un acontecimiento multitudinariamente colectivo.


http://compartiendoculturas.blogspot.com/2010/02/la-ciudad-de-esteco.html

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